Cuando nació el 29 mayo de 1944, José Ignacio Iturbe no sabía que su vocación le abriría algunas de las grandes puertas del transporte de viajeros. Estudió con su hermano en el Colegio del Pilar, donde coincidió en sus aulas con compañeros que más tarde serían vitales en su trayectoria. Iturbe recuerda también con mucho afecto a sus compañeros y amigos de la ETS de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, con los que se cruzó después en el desempeño de su profesión, como José Manuel Pradillo Pombo o Manuel Melis, entre otros. José Ignacio es de la promoción del 68, pertenece a una generación en la que todavía tenían sentido las promociones y se establecían vínculos personales y profesionales en las facultades.
Menos los puertos, ha tocado todas las ramas de su carrera y asegura que sus estudios les preparaba muy bien para hacer muchas cosas. Empezó como becario en el sector de la construcción con Dragados en 1965. Trabajaba por las tardes y cobraba 5.000 pesetas “de las de entonces, que era mucho dinero”. Pasó mucho tiempo en Cataluña pero tuvo hasta 9 domicilios diferentes en toda España antes de asentarse en Madrid. Uno de los trabajos que más le enorgullecen es la presa de la Serena, en la que pasó dos años, hasta 1987, y a la que considera una de las obras más bonitas en las que ha participado.
Ya en Madrid entró en el sector de las energías renovables y asistió a la instalación de los primeros molinos de viento en Algeciras y La Muela, y también al inicio del uso de aceites usados como combustible. Esta experiencia le sería de gran utilidad poco después, ya que en 1995 fue requerido por un viejo compañero del Pilar, Luis Eduardo Cortés, para formar parte del Consorcio Regional de Transportes de la Comunidad de Madrid, del que sería gerente sucediendo a Fidel Angulo. A él le sucedió a su vez otro viejo amigo, José Manuel Pradillo Pombo. Desde el Consorcio dio el salto a la EMT de Madrid, donde fue gerente durante 8 años. De esa época en la que lo pasó “extraordinariamente bien” recuerda a un gran equipo. Allí vivió el efecto 2000, el cambio de la peseta al euro, las pruebas con nuevas energías alternativas como el hidrógeno, el biodiesel o el etanol, y el cambio del Bonobús al título de 10 viajes a semejanza del usado en Metro de Madrid.
Tras su etapa en la EMT de Madrid, Iturbe ha seguido en activo en Calle 30, empresa que gestiona y lleva el mantenimiento de la antigua M-30 madrileña hoy considerada Calle 30. Un puesto en el que cada día se evade y trata de curar la herida que hace año y medio le dejó la muerte de su esposa.
Su tiempo libre lo dedica fundamentalmente a la lectura, que le apasiona. Siente curiosidad por todos los temas. Un profesor le enseñó que la frontera del conocimiento es como la de la circunferencia, cuando mayor es el círculo más lejos se encuentra el final. Dice con buen humor que uno de los mayores inventos de la historia fueron los procesadores de texto que desterraron a las máquinas de escribir, porque “así podía dormir con la conciencia tranquila si le hacía repetir varias veces una carta a la secretaria”.
Este positivo joven de 65 años tiene muy claro lo que quiere ser de mayor -nos dice entre risas-, “controlador aéreo”.
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Desde el Consorcio dio el salto a la EMT de Madrid, donde fue gerente durante 8 años. De esa época en la que lo pasó “extraordinariamente bien” recuerda a un gran equipo.
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