El transporte siguió funcionando para garantizar la seguridad de toda la sociedad porque es una de las industrias claramente esenciales. El sector de las mercancías fue fundamental para que quienes estaban en casa pudieran seguir teniendo abastecimiento. El sector del transporte público tampoco paró, porque otros muchos ciudadanos, también esenciales como los transportistas, necesitaban llegar a sus puestos de trabajo.
Así, llegaron a nuestro vocabulario ordinario palabras impensables como pandemia, confinamiento, curva de contagio y resiliencia. La mascarilla se convirtió en el complemento indispensable para salir a la calle y tardamos en dejar de verla en el transporte colectivo, a pesar de que las flotas pasaban intensos procesos de desinfección a diario.
La movilidad no esencial, la del ocio, la del turismo, la que tanto aporta a nuestra economía nacional, quedó casi en ruinas. Afortunadamente, hoy podemos decir que nos hemos librado de ésta. Las ayudas de la Administración y el gran esfuerzo hecho por empresarios y sociedad en general, nos ha permitido resurgir. Dicen que lo que no te mata, te hace más fuerte. Pues poco hay que añadir a esta frase.
Como en todos los casos, pudimos ver aflorar lo mejor y lo peor de nuestra sociedad. Lo importante es, quizá, no perder esta gran oportunidad para aprender de lo vivido. Después de los aplausos en los balcones no podemos olvidar ni dejar de agradecer todo lo que hicieron por nosotros a quienes no pararon cuando el terror se apoderó de nosotros.
Disculpen que esta noticia de hoy no sea sobre la actualidad del sector, sino un breve artículo de opinión. Pero es que debemos tener claro que seguimos siendo esenciales, que la movilidad importa, que es un derecho para las personas, que la economía, sin transporte, no existe.
Y me van a permitir un pequeño exceso más. Terminaré este texto con el eslogan que durante toda la pandemia fue nuestro grito de guerra en la revista Viajeros #JuntosSeguimosRodando