Todo comenzó en 1984, cuando Michelin adquiría en el pequeño municipio de Igrapiúna, en la costa este de Brasil (a 200 kilómetros de Salvador de Bahía), 9.000 hectáreas de terreno plantadas en su mayoría de heveas (el árbol del caucho), para asegurarse el suministro de un elemento tan esencial en la fabricación de neumáticos como es el látex, ese líquido blanco que mana lentamente al desprender la corteza del tronco. Unos años después, con la propiedad repleta de plantas viejas y poco productivas en un terreno accidentado, con el hongo que atacaba la hevea y la caída del precio internacional del caucho, los dirigentes de la compañía se cuestionaron el mantenimiento de una plantación en la que se perdía dinero.
Al tratarse de una de las regiones más deprimidas de Brasil, la salida de Michelin acababa con 600 empleos directos y varios centenares de indirectos, además de interrumpir, cuando empezaban a verse resultados, la investigación sobre el dañino hongo amazónico, que ha alejado a Brasil de ser el primer productor de látex del mundo, dejándolo sólo con un escaso uno por ciento. Fue entonces cuando la división Resultado y Responsabilidad Michelin buscó la forma de invertir esta situación y ajustarse a los valores de la empresa: respeto al cliente, a las personas, a los accionistas y al medio ambiente.
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